La actual dificultad para crear nuevos mitos cinematográficos globales sólidos, para dar continuidad una cierta idea llamémosle “clásica” de mitificación. Y la dificultad para que algunos de esos mitos clásicos sobrevivan en un mundo en el que la atomización perceptiva se impone cada vez más y las figuras míticas sobreviven como náufragos perdidos en islotes generacionales. Náufragos a la espera de que alguien venga a rescatarlos, bien sea para abrazarlos y cantar sus alabanzas en los términos de siempre; bien sea para derribarlos de su pedestal y desterrarlos; o bien sea para otorgarles nuevas significaciones y descubrir en ellos aspectos insospechados.
Comparecen en estas páginas grandes escritores y escritoras (a veces también cineastas) al rescate de esos náufragos del mar(asmo) audiovisual del presente. Y comparecen, entre otros, náufragos de carne y hueso del viejo Hollywood (John Wayne, Marilyn Monroe); mitos ficticios (y resonantes, como Marcello Rubini y Jep Gambardella); cineastas del desasosiego (Fritz Lang, Michael Haneke); o auténticos gigantes del cine español (Carmen Maura, Fernando Fernán Gómez).
Del prólogo de Alejandro Díaz Castaño, Director del
FICX – Festival Internacional de Cine de Xixón
El agua, siempre primigenia, inmanente a nuestra supervivencia. También telón de acero, feroz destino desencadenado en una tormenta que los dioses no imaginaron. Pureza henchida de fuerza, que es líquido plasmado en las pinturas de Guillermo Simón, derrame de nubes en celo y oscuridad nunca presentida. El mar que los solitarios contemplan con grandes ojos, los pasos sobre la arena distrayendo la niebla. La luz, en requiebro espiritual y humano en la palabra poética de Ceferino Montañés. (Del prólogo de Lauren García)
Tentando al Diablo es una original propuesta plástica y literaria que —como la Rayuela de Cortázar— ofrece al lector distintas posibilidades de acercamiento. Tal vez quiera dejarse llevar por las sugerentes ilustraciones que anuncian cada relato y leerlos salteados. O, quizá, se deje conducir por la narración que los enmarca, convirtiendo la obra en una embaucadora novela. De cualquier manera, podrá sumergirse en el caleidoscópico microcosmos que el autor ha creado. Un espacio atemporal e indeterminado, pero perfectamente reconocible —como el Macondo de García Márquez—, si se siguen las pistas sembradas a lo largo de los textos; cruzando las vidas de los personajes; conectando las tramas narrativas y deparando un lúdico estallido de niveles de lectura e interpretaciones que, sin duda, una vez llegada la última página, invitará a volver a la primera para retomar la experiencia con nuevas claves y nuevos ojos.
Una obra plenamente abierta esperando a que el propio lector la complete con sus últimas pinceladas.
Esa es la propuesta.
Esa es la tentación de Plácido Rodríguez.
Todo locura el cuento contiene a los seres humanos que te marcan yse adueñan con providencia del corazón, o dejan la falsedad de unajoya falsa. En estos cuentos, en toda la poesía del autor asturiano,hemos visto brillar la inteligencia, a las que muchos cortejan y cotizan en pos de su íntima belleza. Pero sólo es patrimonio deunos pocos elegidos, los mismos que se desprenden de ella congenerosidad que mancha la lacerante mentira. Esta prosa nos remitedirectamente a su poesía, a la obligatoriedad del oficio poético paracaptar lo etéreo y contaminar sagazmente al lector con el paisajerotundo de una imagen.El escritor y el lenguaje se aman recíprocamente, se entienden comolos viejos amantes que conocen sus porosidades. El viaje conlleva laemoción del riesgo y el peligro ineludible. Pero siempre alberga lasalacenas de la esperanza. Este libro ratifica la escritura bordada dePelayo Fueyo durante décadas. Y es que hasta cuando dicen algunamentira, siempre hay que creer en los poetas. (Del prólogo de Lauren García)