Que la medicina y la cirugía son cosa seria, nadie lo pone en duda. Que el miedo a la enfermedad y a la muerte nos iguala y nos desespera, es una obviedad, aun habiendo excepciones entre quienes no le temen a nada. Esos dirán: ¡quién dijo miedo! Que el dolor es cosa preocupante y que ser el paciente en una consulta médica es poco deseable, elemental… Esto lo conocen la mayoría de los mortales, pero ¿saben los mortales qué siente un cirujano cuando ocupa la silla del paciente después de haber ejercido varias décadas? ¿Tiene el mismo criterio un cirujano cuando es paciente que el paciente que no es médico y no tiene idea de medicina? Este libro es mucho más que una reflexión sobre la cirugía, sobre el camino y destino de la medicina. Es, en buena medida, una crítica a un modelo en vías de deshumanizarse, donde la tecnología ayuda a arrinconar aún más, si cabe, al ser humano. Seres humanos, y otros no tanto, son los que entran y salen de escena en esta ficción que puede ser teatralizada de principio a fin. Los diferentes actos son aquí ordenados por un Herrero Montoto que toma, a veces, la voz del narrador y otras le deja a su aire llevando el argumento de la ironía a la crítica mordaz, con momentos de una acidez gamberra exquisita. El fin: divertir a la vez que se desliza una crítica fundamentada sobre lo mal que nos puede ir dentro y fuera de un hospital. Por si fuera poco, en medio de todo el trajín, irrumpe la gran pandemia de la que poco a poco el ser humano de un siglo XXI, ya mayorcito de edad, parece que se va recuperando. Leer Cuaderno de un lunar díscolo deja tan buen sabor de boca que apetece pedir cita para que el doctor que deambula por este consultorio, nos amenice con nuevas experiencias tan hilarantes como trágicas, verosímiles o increíbles. En este libro se constata que el autor se maneja con destreza en quirófano y parte la pana con altura literaria. Disfruten, sobre todo, disfruten de un sentido del humor que no conoce límites.