El agua, siempre primigenia, inmanente a nuestra supervivencia. También telón de acero, feroz destino desencadenado en una tormenta que los dioses no imaginaron. Pureza henchida de fuerza, que es líquido plasmado en las pinturas de Guillermo Simón, derrame de nubes en celo y oscuridad nunca presentida. El mar que los solitarios contemplan con grandes ojos, los pasos sobre la arena distrayendo la niebla. La luz, en requiebro espiritual y humano en la palabra poética de Ceferino Montañés. (Del prólogo de Lauren García)
Todo locura el cuento contiene a los seres humanos que te marcan yse adueñan con providencia del corazón, o dejan la falsedad de unajoya falsa. En estos cuentos, en toda la poesía del autor asturiano,hemos visto brillar la inteligencia, a las que muchos cortejan y cotizan en pos de su íntima belleza. Pero sólo es patrimonio deunos pocos elegidos, los mismos que se desprenden de ella congenerosidad que mancha la lacerante mentira. Esta prosa nos remitedirectamente a su poesía, a la obligatoriedad del oficio poético paracaptar lo etéreo y contaminar sagazmente al lector con el paisajerotundo de una imagen.El escritor y el lenguaje se aman recíprocamente, se entienden comolos viejos amantes que conocen sus porosidades. El viaje conlleva laemoción del riesgo y el peligro ineludible. Pero siempre alberga lasalacenas de la esperanza. Este libro ratifica la escritura bordada dePelayo Fueyo durante décadas. Y es que hasta cuando dicen algunamentira, siempre hay que creer en los poetas. (Del prólogo de Lauren García)