El Bierzo en silencio aborda veinte escenarios en blanco y negro que recorren la comarca a través de la cámara de Víctor Ruisánchez y que tratan de apropiarse del silencio que el fotógrafo ha encontrado en este territorio ancestral, ejemplo también, de todas esas regiones vacías y vaciadas. Estas fotografías no podían quedar abandonadas como tantos pueblos bercianos, de ahí la propuesta para que veinte escritoras y escritores dejen su huella en cada una de las imágenes dando como resultado un filandón visual y narrativo.
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-Despertad, qué habéis hecho…
Cuando los dioses se avergüenzan de sus hijos
les hablan por primera vez,
carne soñada en limo,
deshaciéndoles de un suspiro
¿Qué son las espinas de Morfeo?
Son un conjunto de relatos atrapados en la piel, de sentimientos enredados, de angustias llamando al insomnio y bailes con un sin fi n de tormentas que, a veces,
nadie entiende.
En el transcurso de la vida hay dudas, miedos, luchas (externas e internas), errores, fracasos, mentiras, pérdidas y, con ellas, duelos.
Un conjunto desolador del que se habla poco, pero que nos pone los pies sobre la tierra que hoy mismo pisamos, para que nuestra cabeza no vuele sobre las nubes y se pierda.
Estas espinas son verdades sacadas una a una de cada insomnio atorado en la piel.
El combate melancólico es un ejercicio de memoria inagotable de las batallas libradas para que la Historia se justifique a sí misma. Un aliento de libertad que arenga al lector. La poesía recupera y revisa sobre el polvo para evocar la dignidad del sueño, de regresar a la tierra perdida. El paisaje que muere y renace, hecho fértil por el poeta. Ignaciu Llope traza en sus versos la alargada luz de la esperanza.
Lauren García
El viaje de un veterinario y su hijo al corazón de la Asturias rural, tan natural como sincero. “Entre los adorables dibujos de Carlos Álvarez Cabrero, las fresas, las que se apellidan con el color del leve mosto de las nubes, las que intangibles riega el rocío sin labios de los más humildes y apócrifos bestiarios de la aldea, las que Lauren García, siembra entre las rayas de tu mano que definitivo y justo amanezca, ebria de dulzura, la nueva luz del día.”
(Del prólogo de Juan Carlos Mestre)
El libro está escrito durante el confinamiento de la Covid-19 que supuso una clausura del cuerpo: no podíamos dar un abrazo, un beso, posar la mano en el hombro de un amigo o
visitar a un familiar enfermo. El libro es una reivindicación del cuerpo: me detengo en el verde silencio de tus ojos y mi corazón es una liebre acorralada por la luz. El cuerpo no habla y nos vamos quedando sin lenguaje. La naturaleza que es el lugar originario de lo humano es el espacio semántico desde donde se construyen los poemas. Necesito un rostro para seguir amando el mundo, un río que fluya incesante, un pájaro para sentirme libre, un abedul con nieve. Una brisa de nostalgia recorre las ramas del poema y mece las hojas del deseo de otra piel, como si el poema tuviera dedos en vez de palabras en una escritura no gramatical. El poemario es una lectura sacramental del mundo que busca el último sentido de lo humano en el cálido lenguaje de las cosas pequeñas.
Yo pondré cada mañana arroyos en tu piel
para que podamos beber el agua de la vida,
en la pura desnudez del río
Es interesante destacar que el ensamblaje de todas las aristas de la vida, de todos los sustratos interiores que soportan el temblor y también la alegría de nuestros brindis, es ya absoluto en la poesía de Lauren García.
Y a través de sus grietas soñolientas, justo cuando la tarde cae sobre nosotros, la voz lúcida de Lauren cantará al guerrero, mientras alza la vida al mantener el fuego, esa causa de hombres solitarios que resisten antes de ser planetas.
(Del prólogo de Joaquín Pérez Azaústre)
Todo locura el cuento contiene a los seres humanos que te marcan y se adueñan con providencia del corazón, o dejan la falsedad de una joya falsa. En estos cuentos, en toda la poesía del autor asturiano, hemos visto brillar la inteligencia, a las que muchos cortejan y
cotizan en pos de su íntima belleza. Pero sólo es patrimonio de unos pocos elegidos, los mismos que se desprenden de ella con generosidad que mancha la lacerante mentira. Esta prosa nos remite directamente a su poesía, a la obligatoriedad del oficio poético para captar lo etéreo y contaminar sagazmente al lector con el paisaje rotundo de una imagen. El escritor y el lenguaje se aman recíprocamente, se entienden como los viejos amantes que conocen sus porosidades. El viaje conlleva la emoción del riesgo y el peligro ineludible. Pero siempre alberga las alacenas de la esperanza. Este libro ratifica la escritura bordada de Pelayo Fueyo durante décadas. Y es que hasta cuando dicen alguna mentira, siempre hay que creer en los poetas.
(Del prólogo de Lauren García)