Es interesante destacar que el ensamblaje de todas las aristas de la vida, de todos los sustratos interiores que soportan el temblor y también la alegría de nuestros brindis, es ya absoluto en la poesía de Lauren García.
Y a través de sus grietas soñolientas, justo cuando la tarde cae sobre nosotros, la voz lúcida de Lauren cantará al guerrero, mientras alza la vida al mantener el fuego, esa causa de hombres solitarios que resisten antes de ser planetas.
(Del prólogo de Joaquín Pérez Azaústre)
Son un conjunto de relatos atrapados en la piel, de sentimientos enredados, de angustias llamando al insomnio y bailes con un sin fi n de tormentas que, a veces,
nadie entiende.
En el transcurso de la vida hay dudas, miedos, luchas (externas e internas), errores, fracasos, mentiras, pérdidas y, con ellas, duelos.
Un conjunto desolador del que se habla poco, pero que nos pone los pies sobre la tierra que hoy mismo pisamos, para que nuestra cabeza no vuele sobre las nubes y se pierda.
Estas espinas son verdades sacadas una a una de cada insomnio atorado en la piel.
-Despertad, qué habéis hecho…
Cuando los dioses se avergüenzan de sus hijos
les hablan por primera vez,
carne soñada en limo,
deshaciéndoles de un suspiro
El agua, siempre primigenia, inmanente a nuestra supervivencia. También telón de acero, feroz destino desencadenado en una tormenta que los dioses no imaginaron. Pureza henchida de fuerza, que es líquido plasmado en las pinturas de Guillermo Simón, derrame de nubes en celo y oscuridad nunca presentida. El mar que los solitarios contemplan con grandes ojos, los pasos sobre la arena distrayendo la niebla. La luz, en requiebro espiritual y humano en la palabra poética de Ceferino Montañés. (Del prólogo de Lauren García)